No dejes que pase un día sin que hayas hecho algo bueno por el mundo. ¿Y por qué? ¿Quién hará algo por mí? ¿Acaso le importo al otro?
El egoísmo parece estar de moda. Ese desinterés absoluto, la indiferencia ante la vida del otro, escondida bajo el título "es su vida, que haga lo que quiera, no me influye", nos está llevando a una sociedad cada vez más individualista y desinteresada. Si bien, aún se ven actos de solidaridad y generosidad ante hechos que requieren de estos valores tan cubiertos de polvo; no los podemos apreciar diariamente, no los encontramos en todas las personas. Hoy felicitamos a las personas honestas, respetuosas, colaboradoras por ser como son, siendo que estas actitudes deberíamos encontrarlas en la mayoría de la gente que cruzamos a diario (no digo que el reconocimiento no sea legítimo, válido o sea innecesario, al contrario, es estimulante a seguir siendo así).
Es triste ver que cada uno hace su vida, interesándose nomás por el éxito propio y el bien personal antes que por el bien común. Más triste que eso, es encontrarse luego con que todos estamos luchando por más solidaridad, justicia, bien común, seguridad, cuidado del ambiente, reunidos en una marcha, un cacerolazo o manifestación social de este calibre, pero en casa no aplicamos nuestra posición. Queda guardada en el ropero, al lado de la ropa que tenemos pensado regalar y que acumula tierra porque no somos capaces de movernos a algún lugar que junte donaciones. Y no es que no nos movemos porque no tenemos esas cosas para regalar o porque no haya lugares que reciban, no, es por "falta de tiempo", por "falta de ganas", es porque seguro que mañana podré ir, pero hoy estoy muy ocupado como para hacerlo.
Qué triste dejar la ayuda a los demás para después de la siesta, después de juntarme con mis amigos, para después de mi vida. No dejes que se pase un día, ¡no lo permitas! La calle está llena de personas que necesitan ayuda, desde los más chicos hasta los ancianos, todo hombre y mujer que nos pasa por al lado sin especificaciones, ni diferencias, todos son oportunidades para ofrecernos, para ayudar, para ser solidarios, para salirnos de nuestro pequeño mundo y entrometernos en el de otro por unos segundos, sea donando ropa, un paquete de arroz, un café; sea prestando el oído, dedicando una sonrisa, una mano, una mirada. Todo salva, todo llega, todo trasciende si nosotros permitimos que así sea. La sociedad es una responsabilidad de todos, no del gobierno, no de la municipalidad, no de los abogados solamente o los médicos. Nuestra ciudad es nuestra y lo es todos los días.
La solidaridad, la generosidad, el interés mutuo, el respeto, todos esos valores, tienen que volver a estar en auge como lo están hoy el egoísmo, la indiferencia, la ignorancia, la competencia individualista. Tienen que estar en todas las personas, tenemos que dejar de acostumbrarnos a esta cultura destructiva y hacer renacer en nosotros actitudes que lleven a la unión, a la felicidad; tenemos que comenzar a vivir según lo que decimos, según lo que queremos, y pensar, pensar en el otro, pensar que no estamos solos en esta ruta; tenemos que desempolvar los valores y vestirlos sin vergüenza, con confianza. Una vez que hagamos esto, podremos decir que estamos siendo coherentes, que luchamos por la justicia, que portamos la bandera en el corazón y no dibujada nada más sobre la piel.
Jimena Rosales
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