Más de una vez somos egoístas a la hora del trabajo en
equipo, nos cerramos en nuestras propias ideas, reaccionamos mal cuando no
compartimos lo que otro integrante propone, nos aferramos a lo nuestro y solo
eso es lo que creemos válido. Pero... ¿Por qué? ¿Por qué no dejamos que los
demás participen? ¿Por qué somos tan egocéntricos? ¿Por qué no escuchar? ¿Por
qué no darnos la oportunidad de conocernos a la hora de trabajar en conjunto?
Solo basta con ver lo que sucede a diario en el océano donde
un solo pez es una carnada fácil para sus depredadores, pero su instinto de
supervivencia los lleva a disponerse en cardúmenes de miles de sus iguales, ya
que comprendieron, que para alcanzar un objetivo es fundamental el cooperar
unos con otros, aportando lo mejor de cada uno. Porque esta es la mejor forma
de superar lo que el destino nos deparará.
No está mal tener ideas distintas, de ellas pueden surgir
enormes innovaciones, después de todo, los opuestos suelen complementarse.
Debemos darnos la oportunidad de conocer, de no juzgar y de aceptar las
distintas personalidades que existen dentro del grupo, ninguna es mejor o más
importante que otra. Cada uno es especial, cada uno aporta algo útil para que
la actividad en conjunto sea posible y sea, por así decirlo, "la mejor".
Tampoco nos tenemos que olvidar de nosotros, acordémonos que para ser buenos
líderes primero tenemos que ser líderes de nosotros mismos. Nuestras actitudes
y aptitudes son las que nos hacen únicos y por esto hay que cuidarlas, hay que
conocernos y hay que saber actuar frente a las distintas situaciones que se nos
presentan.
Y por último no nos olvidemos de mantener en alto la célebre
frase de Alexandre Dumas, escritor de la novela “Los Tres Mosqueteros”: Uno
para todos, y todos para uno…
Melina Martínez y Anabel Baldo, alumnas ECO 2015.
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