El liderazgo forma parte de las capacidades del ser humano.
Un líder es aquel que influye sobre un conjunto de personas motivadas para
alcanzar un objetivo en común, pero… ¿qué pasaría si ese líder, esa cabeza que
encamina a un grupo se equivocase?
Afirma un dicho popular: “errar es de humanos”. Pero tras
meditar aquel postulado nos preguntamos entonces… Si el líder no tiene
permitido equivocarse, ¿el líder escapa de su condición humana por el hecho de
“ser líder”? Pareciera que ya en el siglo V a.C. Platón no dudó al reconocer
que el error es inadmisible para el líder. Pensándolo en una primera instancia,
no dudaríamos en apoyar aquella idea: una mala decisión, una equivocación, un
simple desliz, por más mínimo que sea puede afectar gravemente al grupo.
Pero replanteándonos una vez más la situación, podemos
detenernos y reflexionar más objetivamente. Sería válido preguntarnos ¿Es el
error el problema? ¿Se conoce a un líder cuyas conductas sean perfectas, un
líder que no se haya equivocado nunca?
Aquellos últimos interrogantes nos invitan a concluir lo
siguiente: el problema no es que el líder cometa un error, el problema es que
persevere en el error. Frente a una confusión suya, se pondrán en juego sus
virtudes; esas cualidades no accidentales, sus dotes esenciales, esos que lo
hacen ser lo que es: un LÍDER. Su vida de
entrega, de servicio; su corazón humilde, dócil y abierto, y en especial, su
pasión por emprender, por ser mejor
persona cada día son cuestiones fundamentales a la hora de reivindicarse en el
camino correcto nuevamente tras equivocarse. Cada uno de estos valores deben
ser patrones diarios en la vida del líder. Un líder tiene prohibido
corromperse, no puede permitir que los valores mundanos, ni que los intereses
particulares erosionen su esencia de liderazgo. No puede encerrarse en sí
mismo. El líder debe ser íntegro, fiable. Debe ser el defensor por excelencia
de los pareceres de cada uno de quienes conduce. El líder debe ser plenamente
consciente de sí, de sus capacidades. Un líder tiene que ser sembrador de
optimismo, un verdadero servidor en la vida de los demás. Un líder, como dijo Napoleón, “es un
negociador de esperanzas”
Tomás Mingardo, alumno ECO 2015
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