La vida está hecha de momentos. Hay
momentos rutinarios como los son comer, dormir, levantarse, ir al colegio, ir a
trabajar, volver… Pero están aquellos que no se viven dos veces de la misma
manera: empezar una carrera, robar una sonrisa, conocer a alguien. Esto último
me sucedió algún día en algún momento que fue oportuno para que sucediera.
Conocí a alguien. Alguien que le dio un giro a mi vida. Alguien que me habría gustado conocer mucho tiempo antes,
porque gracias a esa persona, comencé a vivir realmente.
Mi tiempo es único. Limitado, mal
usado, compartido, muy pocas veces aprovechado y valorado. Teniendo 68 años admito que tuve dos vidas: una falsa, vacía y una real. Fui joven, me reí, lo disfruté, canté,
lloré por “amor” –si así le podíamos decir a un noviazgo que tuve a los 15 años
y que duró 4 semanas- , tomé hasta perder la conciencia, estudié una carrera que me llenaría de plata al terminar, pero me faltó aquello que muy poca gente
hoy en día es capaz de encontrar: felicidad sincera. Me faltó seguir mis sueños, dejándolos de lado para seguir los que los demás querían que siguiera. Eran tiempos complicados, qué más voy a decir.
Sí, ojo, me re divertí, no digo
que no la pasé bien, pero la pasé. Nunca era algo duradero, era una alegría más
que una felicidad, que se evaporaba minutos después como el humo del café
cuando lo calentás en un microondas: sale un montón de humito, pero tomás un
sorbo y descubrís que toda la parte de abajo estaba fría. Esa alegría era una
ilusión.
Un día me propuse estudiar la
carrera que más me apasionaba. Por desgracia, ese momento en que yo era joven
(realmente, era joven, tenía 17 años) mis padres no estuvieron de acuerdo con
eso, y al parecer todo la sociedad estuvo de acuerdo con su no acuerdo
conmigo. No hubo quien me alentara a darle para adelante, nadie pareció optimista
esos días de difícil decisión. Obviamente, con tanto pesimismo, me incliné por
hacer aquello que todos deseaban que hiciera, aquello que me posicionaría en un
buen lugar económico. Era muy talentoso en lo que hacía, no digo que no, pero
nunca me apasionó realmente.
Yo no tenía un plan de vida, no
pretendía casarme ni formar una familia, no sabía dónde trabajaría, si viajaría
por todo el mundo, si me quedaría a vivir con mis padres, nada. Dejaba que las
cosas me sucedieran. Un día me sucedió conocer a ese alguien que cambió toda mi
–hasta el momento- vacía vida. Me retó. Me desafió. Me enseñó. Me habló sobre
cosas que yo al principio no quería ni escuchar, que plan de vida, que dejar de
hacer para empezar a hacer, que qué se yo qué cosas. Pero insistía, sí,
insistía… Con el tiempo tuve que ceder, y comencé a escucharla. Me ayudó a
armar un plan de vida, lo cual mucho me sirvió. En algún momento le dije que no
habría que ser tan estructurado, que debería dejar que las cosas simplemente
pasaran. Me dijo que las cosas tendría que hacerlas suceder yo. Me incentivó a
estudiar aquello que siempre quise estudiar, y por primera vez me animé. Estuvo
ahí en cada momento de festejo, en cada bochazo, en cada crisis. Estuvo conmigo
cuando me recibí.
Un día esa persona simplemente no
estuvo más cerca de mí, se tuvo que ir. Sí, así de la nada. Imaginate mi
expresión. Exactamente así.
Me dejó escrito algo que no
transcribiré porque lo rompí todo cuando me enteré que se fue. Después me calmé, y me di cuenta de que lo había roto, por un momento me preocupé porque había perdido ese papel, pero después me di cuenta que no era necesario, había quedado guardado
en mi memoria. Me dijo que la vida estaba hecha de decisiones, de metas
pequeñas y metas a distancia. Me dijo que hay que sacrificar cosas para conseguir
algunas otras, que saliendo de mi comodidad conocería mundos nuevos.
Nunca dejó una explicación de por
qué se fue, yo supongo que fue para buscar a otras personas pedidas, para que
puedan encontrar ese camino tan copado que tuve la dicha de encontrar yo.
A mi edad actual, lo único que me
resta decir es que me alegra haberme cruzado a ese alguien, y me encantaría que
cualquier otra persona conozca a ese alguien o a otro alguien que sea igual que
aquel. Gracias a todo ese aprendizaje, yo comencé a vivir realmente. Lo único
que me hubiera gustado más, es haberla empezado a vivir antes. Pero mejor
empezar tarde que tener que haber dicho “¿qué habría pasado si….” y
tener que estar ahora ya con edad adelantada, triste y con un recuerdo de una
vida que al final simplemente, me hubiera decepcionado. ¿No te parece?