martes, 17 de septiembre de 2013

Ser con el otro y para el otro.

Cada uno de nosotros pisa este mundo de igual manera; el cielo y la tierra no distinguen raza, color o religión. Sin embargo no todos vivimos el mundo de la misma forma, ¿alguna vez te detuviste a pensar esto? Nadie es ajeno a lo que sucede a su alrededor y nadie tiene obligación de involucrarse, pero es esta pequeña decisión personal que tomamos día a día la que marca la diferencia, y nos define. Podemos elegir ser espectadores o partícipes, mirar o hacer, opinar o proponer. Vemos injusticias como moneda corriente. El secreto está en no acostumbrarnos y poner manos a la obra para modificar, por ínfimo que sea, eso que vimos y nos dolió. Nosotros, que elegimos hacer desinteresadamente, que apostamos al bien común por sobre los intereses personales, que queremos cambiar para mejor, que creemos día tras día en el avance de la sociedad, sostenemos firmemente que cada granito de arena sirve y alcanza. De la noche a la mañana no vamos a lograr terminar con la desnutrición, ni con la pobreza, no vamos a lograr detener la matanza injusta e indiscriminada de animales, no vamos a conseguir frenar la discriminación, ni el abuso y violencia en los hogares. Pero si podemos sacarle una sonrisa a alguien, llevarle un plato de comida, una canción, mostrarle que no están solos, que hay gente tirando para el mismo lado, velando por lo que es verdadero y justo; si conseguimos ser la voz de quienes no pueden hablar y los ojos para aquellos que no ven la otra cara de realidad, si conseguimos cambiar nuestros malos hábitos y contagiar con la fuerza de la voluntad a las personas que tenemos a nuestro lado a diario, incluso solo si lo intentamos, -indiferentes ante la posibilidad de fracasar- entonces ahí habremos entendido el sentido de todo. El sentido de vivir en sociedad, de ser con el otro y para el otro formando un entero, el sentido de pisar este suelo y ver el sol cada día. Una mano lava la otra, y las dos juntas lavan la cara. Solo depende de vos sumar tu mano y ayudarnos a limpiar, paso a paso, la sociedad de la que somos parte. 

Aldana Campisi

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