jueves, 24 de septiembre de 2015

“Todo se le perdona a un líder… excepto equivocarse”

El liderazgo forma parte de las capacidades del ser humano. Un líder es aquel que influye sobre un conjunto de personas motivadas para alcanzar un objetivo en común, pero… ¿qué pasaría si ese líder, esa cabeza que encamina a un grupo se equivocase?
Afirma un dicho popular: “errar es de humanos”. Pero tras meditar aquel postulado nos preguntamos entonces… Si el líder no tiene permitido equivocarse, ¿el líder escapa de su condición humana por el hecho de “ser líder”? Pareciera que ya en el siglo V a.C. Platón no dudó al reconocer que el error es inadmisible para el líder. Pensándolo en una primera instancia, no dudaríamos en apoyar aquella idea: una mala decisión, una equivocación, un simple desliz, por más mínimo que sea puede afectar gravemente al grupo.
Pero replanteándonos una vez más la situación, podemos detenernos y reflexionar más objetivamente. Sería válido preguntarnos ¿Es el error el problema? ¿Se conoce a un líder cuyas conductas sean perfectas, un líder  que no se haya equivocado nunca?
Aquellos últimos interrogantes nos invitan a concluir lo siguiente: el problema no es que el líder cometa un error, el problema es que persevere en el error. Frente a una confusión suya, se pondrán en juego sus virtudes; esas cualidades no accidentales, sus dotes esenciales, esos que lo hacen ser lo que es: un LÍDER.  Su vida de entrega, de servicio; su corazón humilde, dócil y abierto, y en especial, su pasión por emprender, por ser  mejor persona cada día son cuestiones fundamentales a la hora de reivindicarse en el camino correcto nuevamente tras equivocarse. Cada uno de estos valores deben ser patrones diarios en la vida del líder. Un líder tiene prohibido corromperse, no puede permitir que los valores mundanos, ni que los intereses particulares erosionen su esencia de liderazgo. No puede encerrarse en sí mismo. El líder debe ser íntegro, fiable. Debe ser el defensor por excelencia de los pareceres de cada uno de quienes conduce. El líder debe ser plenamente consciente de sí, de sus capacidades. Un líder tiene que ser sembrador de optimismo, un verdadero servidor en la vida de los demás.  Un líder, como dijo Napoleón, “es un negociador de esperanzas”

Tomás Mingardo, alumno ECO 2015

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