viernes, 11 de octubre de 2013

"Humildad: Cuando soy pequeño, soy grande."

Hay personas que piensan que las personas humildes son las personas pobres, lo cual no es verdad, el dinero no hace más ni menos humilde a una persona. La humildad es un valor que puede extenderse a todas aquellas personas dispuestas a reconocer que aún teniendo una mejor posición económica que otro, una habilidad en algo que otros no, y cosas así, no se cree más que nadie. En vez de usar sus talentos para ponerse sobre los demás, los emplea para ponerse a su servicio y construir una auténtica comunidad humana que no le de lugar al orgullo, presunción o el desprecio por quienes se encuentran en desventaja, ya que estas cosas llevan a las personas a ser materialistas, competitivas, soberbias y terminan descuidando o tratando mal a un semejante ya sea un desconocido, familiar o amigo.
En sí, estas particularidades llevan a formar una sociedad insensible en la cual las personas pasan a ser como robots: no les importa el otro, sólo se fijan en ellos mismos, caminando sin girar la vista hacia los demás. La mejor forma de evitar esto es que cada uno de nosotros sea más humilde, fomentando la humildad en la sociedad.
Ser humilde consiste en no creernos el "mejor del mundo" sino en reconocer nuestros defectos y nuestras virtudes sin agrandarnos, al mismo tiempo que reconocemos las virtudes de los demás y las valoramos positivamente. Sumando todo lo bueno que tenemos podemos aceptar nuestros defectos e intentar corregirlos. Hoy en día nuestra sociedad está muy estructurada, escasea la humildad, el valor de la palabra, el compromiso, la honestidad, valores que en cierto punto van de la mano. El saber escuchar tampoco se ve a diario. Escuchar no es lo mismo que oír, a lo largo del día oímos muchas cosas pero escuchamos poco, apenas prestamos atención a lo que dicen los demás.
Esta virtud es importante ya que todos en algún momento de nuestras vidas necesitamos compartir algo, ya sea algún pensamiento, alegrías, alguna inquietud... especialmente cuando nos encontramos en situaciones límites y hemos perdido el control de nuestras propias vidas (por ejemplo) y necesitamos de alguien que esté ahí prestándonos un oído, un minuto.
Una persona al ser escuchada siente que se sacó un peso de encima, siente placer, no un placer sensitivo si no un placer espiritual. Es un gozo encontrarse con una persona capaz de escuchar lentamente y poder compartir un tiempo con ella. La escucha es un bien escaso, una virtud ausente en la vía pública, un ejercicio que exige humildad, superación de prejuicios, dominio de sí mismo y, sobre todo, un respeto activo hacia cualquier ser humano. El escuchar no se trata solamente de prestar atención  a lo que dice la otra persona sino que también tenemos que escuchar con el corazón y preocuparnos por el bien del otro.
Una persona que personifique la humildad hará el esfuerzo de escuchar y de aceptar a los demás, dejándose de lado por un ratito. Cuanto más acepte a los demás, más se tendrá a esa persona en gran estima y más se la escuchará. Una palabra dicha con humildad tiene el significado de mil palabras.

Pablo Izaguirre

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