miércoles, 3 de septiembre de 2014

Porque, alguna vez, comencé a vivir...

La vida está hecha de momentos. Hay momentos rutinarios como los son comer, dormir, levantarse, ir al colegio, ir a trabajar, volver… Pero están aquellos que no se viven dos veces de la misma manera: empezar una carrera, robar una sonrisa, conocer a alguien. Esto último me sucedió algún día en algún momento que fue oportuno para que sucediera. Conocí a alguien.  Alguien que le dio un giro a mi vida. Alguien que me habría gustado conocer mucho tiempo antes, porque gracias a esa persona, comencé a vivir realmente.
Mi tiempo es único. Limitado, mal usado, compartido, muy pocas veces aprovechado y valorado. Teniendo 68 años admito que tuve dos vidas: una falsa, vacía y una real. Fui joven, me reí, lo disfruté, canté, lloré por “amor” –si así le podíamos decir a un noviazgo que tuve a los 15 años y que duró 4 semanas- , tomé hasta perder la conciencia, estudié una carrera que me llenaría de plata al terminar, pero me faltó aquello que muy poca gente hoy en día es capaz de encontrar: felicidad sincera. Me faltó seguir mis sueños, dejándolos de lado para seguir los que los demás querían que siguiera. Eran tiempos complicados, qué más voy a decir.
Sí, ojo, me re divertí, no digo que no la pasé bien, pero la pasé. Nunca era algo duradero, era una alegría más que una felicidad, que se evaporaba minutos después como el humo del café cuando lo calentás en un microondas: sale un montón de humito, pero tomás un sorbo y descubrís que toda la parte de abajo estaba fría. Esa alegría era una ilusión.
Un día me propuse estudiar la carrera que más me apasionaba. Por desgracia, ese momento en que yo era joven (realmente, era joven, tenía 17 años) mis padres no estuvieron de acuerdo con eso, y al parecer todo la sociedad estuvo de acuerdo con su no acuerdo conmigo. No hubo quien me alentara a darle para adelante, nadie pareció optimista esos días de difícil decisión. Obviamente, con tanto pesimismo, me incliné por hacer aquello que todos deseaban que hiciera, aquello que me posicionaría en un buen lugar económico. Era muy talentoso en lo que hacía, no digo que no, pero nunca me apasionó realmente.
Yo no tenía un plan de vida, no pretendía casarme ni formar una familia, no sabía dónde trabajaría, si viajaría por todo el mundo, si me quedaría a vivir con mis padres, nada. Dejaba que las cosas me sucedieran. Un día me sucedió conocer a ese alguien que cambió toda mi –hasta el momento- vacía vida. Me retó. Me desafió. Me enseñó. Me habló sobre cosas que yo al principio no quería ni escuchar, que plan de vida, que dejar de hacer para empezar a hacer, que qué se yo qué cosas. Pero insistía, sí, insistía… Con el tiempo tuve que ceder, y comencé a escucharla. Me ayudó a armar un plan de vida, lo cual mucho me sirvió. En algún momento le dije que no habría que ser tan estructurado, que debería dejar que las cosas simplemente pasaran. Me dijo que las cosas tendría que hacerlas suceder yo. Me incentivó a estudiar aquello que siempre quise estudiar, y por primera vez me animé. Estuvo ahí en cada momento de festejo, en cada bochazo, en cada crisis. Estuvo conmigo cuando me recibí.
Un día esa persona simplemente no estuvo más cerca de mí, se tuvo que ir. Sí, así de la nada. Imaginate mi expresión. Exactamente así.
Me dejó escrito algo que no transcribiré porque lo rompí todo cuando me enteré que se fue. Después me calmé, y me di cuenta de que lo había roto, por un momento me preocupé porque había perdido ese papel, pero después me di cuenta que no era necesario, había quedado guardado en mi memoria. Me dijo que la vida estaba hecha de decisiones, de metas pequeñas y metas a distancia. Me dijo que hay que sacrificar cosas para conseguir algunas otras, que saliendo de mi comodidad conocería mundos nuevos.
Nunca dejó una explicación de por qué se fue, yo supongo que fue para buscar a otras personas pedidas, para que puedan encontrar ese camino tan copado que tuve la dicha de encontrar yo.

A mi edad actual, lo único que me resta decir es que me alegra haberme cruzado a ese alguien, y me encantaría que cualquier otra persona conozca a ese alguien o a otro alguien que sea igual que aquel. Gracias a todo ese aprendizaje, yo comencé a vivir realmente. Lo único que me hubiera gustado más, es haberla empezado a vivir antes. Pero mejor empezar tarde que tener que haber dicho “¿qué habría pasado si….” y tener que estar ahora ya con edad adelantada, triste y con un recuerdo de una vida que al final simplemente, me hubiera decepcionado. ¿No te parece?

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