miércoles, 25 de septiembre de 2013

"Todo adulto necesita un niño a quien enseñar, de esa forma aprenden los mayores."

Los adultos solemos pensar que los niños son sólo criaturas inocentes que no son capaces de entender lo que pasa a su alrededor pero, como siempre, nos equivocamos. Si tan sólo pudiéramos aprender de los niños todo lo que tienen para enseñarnos... Solamente basta con pasar algunas horas con uno para aprender sobre valentía, amor, felicidad, fuerza, pasión... Ellos tienen la clave para alcanzar todas esas cosas que perdemos al convertirnos en adultos. Tienen esas pequeñas cosas que nos faltan como sociedad para poder crecer.
Solamente deténganse un minuto para pensar: "¿Qué sería de nuestro futuro si todos fuéramos lo suficientemente valientes como para enfrentarnos a las injusticias que nos rodean en el presente? ¿Cómo sería esta sociedad si en vez de estar nutrida por odio lo estuviera de amor? ¿Qué podemos dejarle a los niños si no sabemos transmitirles la felicidad?"
Hoy en día a los niños lo único que les transmite la sociedad son problemas de grandes, ¿cómo un chico puede ser feliz si no le permitimos disfrutar de su infancia? La niñez es para jugar, disfrutar, descubrir lo que nos gusta y lo que no, para creer que podemos ser cualquier cosa que queramos y hacer lo necesario para serlo en un futuro, para definir nuestra identidad y formarnos como personas. Pero el futuro de los niños depende del mundo en el que vivan y hoy en día ese mundo está contaminado, y no sólo las aguas o el aire; está contaminado en su gente, gente que perdió por completo el interés de vivir en un lugar mejor. Ya nadie se preocupa por enseñar valores a los niños, al contrario, cada día más gente se ocupa de hacerles creer a ellos que esas cosas no sirven.
¿Cómo le explicas a un chico que vive en la calle pidiendo monedas o que tiene que salir a trabajar desde pequeño que la niñez está hecha para disfrutarla? ¿Cómo esperamos que algún día puedan tener un futuro si no les damos las oportunidades necesarias? ¿Cuándo vamos a darnos cuenta que los niños nos necesitan y debemos ayudarlos HOY para que haya un MAÑANA?

Ayudemos a los niños del presente a ser grandes personas en el futuro y nuestro paso por este mundo habrá tenido sentido, porque el mejor medio para hacer buenos a los niños, es hacerlos felices y el que haya tenido la oportunidad de hacer feliz a un chico sabe que aunque ellos no tengan mucho para devolverte, basta con una sonrisa (de esas que nos dan más fuerzas para seguir ayudando), un dibujo, una pregunta simple: "¿No se quedan a jugar un rato más?. Es tan gratificante y tan sencillo ayudarlos, a veces basta con un abrazo y un poco de compañía, otras  necesitan un poco más: un plato de comida, afecto, palabras de aliento, abrigo... Pero lo fundamental para hacer feliz a un niño es darle AMOR y COMPRENSIÓN. Y lo fundamental para que un adulto sea bueno y feliz es recordarle que alguna vez FUE UN NIÑO.


Aimará Rodriguez Bossio

martes, 17 de septiembre de 2013

Ser con el otro y para el otro.

Cada uno de nosotros pisa este mundo de igual manera; el cielo y la tierra no distinguen raza, color o religión. Sin embargo no todos vivimos el mundo de la misma forma, ¿alguna vez te detuviste a pensar esto? Nadie es ajeno a lo que sucede a su alrededor y nadie tiene obligación de involucrarse, pero es esta pequeña decisión personal que tomamos día a día la que marca la diferencia, y nos define. Podemos elegir ser espectadores o partícipes, mirar o hacer, opinar o proponer. Vemos injusticias como moneda corriente. El secreto está en no acostumbrarnos y poner manos a la obra para modificar, por ínfimo que sea, eso que vimos y nos dolió. Nosotros, que elegimos hacer desinteresadamente, que apostamos al bien común por sobre los intereses personales, que queremos cambiar para mejor, que creemos día tras día en el avance de la sociedad, sostenemos firmemente que cada granito de arena sirve y alcanza. De la noche a la mañana no vamos a lograr terminar con la desnutrición, ni con la pobreza, no vamos a lograr detener la matanza injusta e indiscriminada de animales, no vamos a conseguir frenar la discriminación, ni el abuso y violencia en los hogares. Pero si podemos sacarle una sonrisa a alguien, llevarle un plato de comida, una canción, mostrarle que no están solos, que hay gente tirando para el mismo lado, velando por lo que es verdadero y justo; si conseguimos ser la voz de quienes no pueden hablar y los ojos para aquellos que no ven la otra cara de realidad, si conseguimos cambiar nuestros malos hábitos y contagiar con la fuerza de la voluntad a las personas que tenemos a nuestro lado a diario, incluso solo si lo intentamos, -indiferentes ante la posibilidad de fracasar- entonces ahí habremos entendido el sentido de todo. El sentido de vivir en sociedad, de ser con el otro y para el otro formando un entero, el sentido de pisar este suelo y ver el sol cada día. Una mano lava la otra, y las dos juntas lavan la cara. Solo depende de vos sumar tu mano y ayudarnos a limpiar, paso a paso, la sociedad de la que somos parte. 

Aldana Campisi

viernes, 13 de septiembre de 2013

Los valores retro.


No dejes que pase un día sin que hayas hecho algo bueno por el mundo. ¿Y por qué? ¿Quién hará algo por mí? ¿Acaso le importo al otro? 
El egoísmo parece estar de moda. Ese desinterés absoluto, la indiferencia ante la vida del otro, escondida bajo el título "es su vida, que haga lo que quiera, no me influye", nos está llevando a una sociedad cada vez más individualista y desinteresada. Si bien, aún se ven actos de solidaridad y generosidad ante hechos que requieren de estos valores tan cubiertos de polvo; no los podemos apreciar diariamente, no los encontramos en todas las personas. Hoy felicitamos a las personas honestas, respetuosas, colaboradoras por ser como son, siendo que estas actitudes deberíamos encontrarlas  en la mayoría de la gente que cruzamos a diario (no digo que el reconocimiento no sea legítimo, válido o sea innecesario, al contrario, es estimulante a seguir siendo así). 
Es triste ver que cada uno hace su vida, interesándose nomás por el éxito propio y el bien personal antes que por el bien común. Más triste que eso, es encontrarse luego con que todos estamos luchando por más solidaridad, justicia, bien común, seguridad, cuidado del ambiente, reunidos en una marcha, un cacerolazo o manifestación social de este calibre, pero en casa no aplicamos nuestra posición. Queda guardada en el ropero, al lado de la ropa que tenemos pensado regalar y que acumula tierra porque no somos capaces de movernos a algún lugar que junte donaciones. Y no es que no nos movemos porque no tenemos esas cosas para regalar o porque no haya lugares que reciban, no, es por "falta de tiempo", por "falta de ganas", es porque seguro que mañana podré ir, pero hoy estoy muy ocupado como para hacerlo. 
Qué triste dejar la ayuda a los demás para después de la siesta, después de juntarme con mis amigos, para después de mi vida. No dejes que se pase un día, ¡no lo permitas! La calle está llena de personas que necesitan ayuda, desde los más chicos hasta los ancianos, todo hombre y mujer que nos pasa por al lado sin especificaciones, ni diferencias, todos son oportunidades para ofrecernos, para ayudar, para ser solidarios, para salirnos de nuestro pequeño mundo y entrometernos en el de otro por unos segundos, sea donando ropa, un paquete de arroz, un café; sea prestando el oído, dedicando una sonrisa, una mano, una mirada. Todo salva, todo llega, todo trasciende si nosotros permitimos que así sea. La sociedad es una responsabilidad de todos, no del gobierno, no de la municipalidad, no de los abogados solamente o los médicos. Nuestra ciudad es nuestra y lo es todos los días.
 La solidaridad, la generosidad, el interés mutuo, el respeto, todos esos valores, tienen que volver a estar en auge como lo están hoy el egoísmo, la indiferencia, la ignorancia, la competencia individualista. Tienen que estar en todas las personas, tenemos que dejar de acostumbrarnos a esta cultura destructiva y hacer renacer en nosotros actitudes que lleven a la unión, a la felicidad; tenemos que comenzar a vivir según lo que decimos, según lo que queremos, y pensar, pensar en el otro, pensar que no estamos solos en esta ruta; tenemos que desempolvar los valores y vestirlos sin vergüenza, con confianza. Una vez que hagamos esto, podremos decir que estamos siendo coherentes, que luchamos por la justicia, que portamos la bandera en el corazón y no dibujada nada más sobre la piel. 



Jimena Rosales